
Entre la cárcel y el exilio: elegimos seguir defendiendo, aunque sea a la distancia
“Entre la cárcel y el exilio: elegimos seguir defendiendo, aunque sea a la distancia”
La reconocida organización de derechos humanos Cristosal anunció la suspensión de sus operaciones en El Salvador y el traslado de la mayoría de su personal a países vecinos. Esta decisión marca un punto crítico en la relación entre el gobierno de Nayib Bukele y la sociedad civil, según advierten expertos y organismos internacionales, y señala el recrudecimiento de la persecución estatal contra defensores de derechos humanos.
La noticia cayó como balde de agua fría en la sociedad civil salvadoreña y en el mundo de los derechos humanos: Cristosal, la organización que por más de dos décadas se ha dedicado a proteger a los más vulnerables, cierra su oficina en El Salvador. ¿El motivo? Un clima de persecución dirigido desde las más altas esferas del poder estatal.
¿Quién es Cristosal? Breve retrato de una organización pionera
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Fundada en 2001 por obispos anglicanos.
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Cristosal nació en pleno postconflicto salvadoreño para reconstruir desde la justicia y el respeto por la dignidad humana.
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Pasó de ser un pequeño vínculo entre iglesias de Norte y Centroamérica a uno de los referentes regionales en defensa de víctimas de desplazamiento, violencia y persecución política.
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Actualmente, su red llega a Guatemala, Honduras y El Salvador, brindando asistencia legal, protección, educación en derechos y acompañamiento psicosocial para quienes enfrentan amenazas, desapariciones o violencia estructural.
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Su enfoque es interdisciplinario y su equipo creció de apenas dos personas a más de un centenar de defensores y especialistas, siempre con las víctimas en el centro de su labor.
La salida forzada: crónica de un hostigamiento anunciado
En palabras de Noah Bullock, director ejecutivo de Cristosal:
“Tuvimos que decidir entre la cárcel o el exilio y elegimos lo que nos permite seguir sirviendo a las víctimas: el exilio”.
La decisión se precipitó tras semanas de amenazas, vigilancia y campañas de desprestigio. Los testimonios coinciden: listas negras circulaban entre activistas y periodistas, marcando el inicio de una “cacería” que obligó al menos a 20 empleados de Cristosal y 40 periodistas a abandonar el país entre junio y julio de 2025.
Entre los hechos más graves:
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Detención de figuras clave como Ruth López, referente anticorrupción de Cristosal, aún detenida sin garantías legales.
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Redadas e intimidaciones contra colaboradores y familiares.
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Amenazas anónimas y una campaña oficialista que intenta tacharles de enemigos públicos y agentes de intereses extranjeros.
¿Por qué incomoda Cristosal?
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Ha documentado con rigor extremo y transparencia miles de casos de abusos estatales, desde tortura hasta detenciones arbitrarias en el marco del régimen de excepción.
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Nunca ha dudado en señalar a gobiernos de cualquier signo cuando han vulnerado los derechos y libertades fundamentales.
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Se financia con aportaciones de cooperación internacional y donantes individuales, reportando mensualmente sus fondos y defendiendo su independencia.
Lo que está en juego: democracia, derechos y futuro
La salida de Cristosal no es solo una tragedia para sus empleados. Marcará un antes y un después:
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Cierre del espacio cívico: Su exilio evidencia el avance del autoritarismo y la erosión de la pluralidad democrática.
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Ejemplo para otras voces críticas: Si se expulsa a quien defiende a las víctimas, el mensaje al resto es de terror y silencio.
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Riesgo regional: Muchos ven en este hecho un llamado de atención para el resto de Centroamérica, alertando de la fragilidad de las garantías democráticas.
Voces que no se apagan
Pese al exilio físico, Cristosal asegura que seguirá operando desde el exterior, monitoreando, denunciando y acompañando a víctimas. Ciudadanos y organizaciones lamentan la pérdida, pero la consideran también una advertencia sobre los peligros de normalizar la intolerancia y el autoritarismo.
“Cuando defender los derechos se convierte en delito, el verdadero peligro es quedarnos callados. Cristosal nos enseña que la dignidad no tiene fronteras”.
El obligado abandono de Cristosal de El Salvador refleja el escenario de represión e intolerancia hacia la crítica independiente y la defensa de derechos fundamentales. El caso es un símbolo preocupante del cierre de espacios cívicos en la región y de la inseguridad que enfrentan quienes defienden los derechos humanos bajo gobiernos autoritarios.
Un futuro incierto, pero no en silencio
El destino de Cristosal es hoy el espejo de Centroamérica: un recordatorio de que los derechos no se conceden, se conquistan y se resguardan día a día ante cualquier poder que pretenda pisotearlos