
La realidad detrás del show presidencial del Cecot es aún más vergonzosa para las pretensiones épicas de Bukele: el propio gobierno salvadoreño ha reconocido abiertamente que "los migrantes detenidos en el CECOT están bajo la jurisdicción de Estados Unidos, que le paga al país
En la más reciente entrega del reality político latinoamericano, Nayib Bukele, presidente fashionista de El Salvador y autoproclamado jefe de la narrativa regional, intentó pasar gato por liebre en redes sociales. Esta vez se adjudicó la épica operación de canje de prisioneros entre Estados Unidos y Venezuela, como si hubiese sido él quien manejó los hilos de la diplomacia global, cuando en realidad fue Donald Trump quien tomó la decisión central y no el mandatario centroamericano como pretende hacer creer en su eufórico hilo de X.
Bukele, en otro acto de protagonismo internetero, aseguró haber conducido personalmente la liberación de 252 venezolanos detenidos en el Cecot, la macrocárcel de El Salvador, a cambio de “un número considerable de presos políticos venezolanos… así como todos los ciudadanos estadounidenses que tenía retenidos el régimen”. Todo acompañado, por supuesto, de un video dramático con migrantes bajando de buses, música épica y la infaltable pose presidencial.
Sin embargo, la realidad —esa molesta aguafiestas— no tardó en meterle un fact-check: tanto el presidente venezolano Nicolás Maduro como el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, han atribuido la autoría y el “mérito” del canje a la administración Trump, dejando a Bukele en el incómodo papel del mensajero que quiere pasar por héroe. Maduro remató agradeciendo “la decisión de rectificar esta situación totalmente irregular” al mismísimo Trump, y ni una palabra de Bukele como estratega global. Por su parte, Rubio fue tajante: la liberación de los estadounidenses fue posible “gracias al liderazgo y compromiso del presidente Donald Trump. ¿Bukele? Gracias por el alquiler del Cecot.
Hay que reconocer que Bukele tiene el talento de presentarse como el protagonista infaltable, aunque en realidad solo recibió a los migrantes venezolanos expulsados por Trump con la vieja Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, cobró su subsidio millonario y ahora devuelve el paquete, mientras los verdaderos negociadores cerraban las liberaciones en Washington y Caracas. Que no te engañe el filtro Instagram presidencial: el papel del mandatario salvadoreño fue más de “custodio temporal” que de diplomático global.
En su tweet triunfal, Bukele escribió en inglés: “tal como se le ofreció al régimen venezolano en abril, realizamos este intercambio a cambio de un número considerable de presos políticos venezolanos… así como todos los ciudadanos estadounidenses que tenía retenidos como rehenes”. Pero una lectura realista lo deja en evidencia: no fue la visión ni la humanidad del presidente millennial sino la geopolítica de Trump, quien buscaba sacarse de encima el problema migratorio (y político) rápido y barato.
La realidad detrás del show presidencial del Cecot es aún más vergonzosa para las pretensiones épicas de Bukele: el propio gobierno salvadoreño ha reconocido abiertamente que “los migrantes detenidos en el CECOT están bajo la jurisdicción de Estados Unidos, que le paga al país 6 millones de dólares como parte del acuerdo”. Es decir, Bukele no es ni siquiera el carcelero en jefe de su propio penal; es apenas el casero caro de una bodega de retención pagada y administrada desde el norte. Así que, cuando Nayib sale en su cuenta de X vendiendo que “realizó” un intercambio con el chavismo, omite convenientemente que la única autoridad legal sobre esos venezolanos la tienen las autoridades estadounidenses. La maquinaria, el trato y el destino final dependen de quien paga la factura, no de quien pone los barrotes.
“La jurisdicción y la responsabilidad legal respecto de estas personas recaen exclusivamente en las autoridades extranjeras competentes” de modo que El Salvador “no puede ser considerado responsable del incumplimiento del principio de no devolución”, Gobierno de El Salvaor.
Por si quedaba alguna duda, basta ver cómo la prensa internacional y los propios interlocutores —tanto estadounidenses como venezolanos— adjudican el diseño y la ejecución del intercambio a Trump, quien utilizó El Salvador como sala de espera mientras encajaba su enésima jugada electoral. El tweet de Bukele, que intenta equipararse con los titiriteros reales del acuerdo, queda reducido a una nota cómica. Si el presidente salvadoreño decide maquillarlo como una audaz negociación humanitaria, el maquillaje se le cae en cuanto sale la factura y se confirma que el libreto lo escribió la Casa Blanca.
El “liderazgo regional” de Bukele termina ahí donde empieza la orden firmada en Washington. Ni jurisdicción, ni potestad, ni decisión: solo el mejor escenario para la foto del día y una mención en el crédito final, junto a los traductores.
Nada personal, presidente Bukele, pero adjudicarse una operación ajena solo deja en claro que el show político está en otra parte. Y este no es el escenario de su selfie.